Está comúnmente dividido en dos mitades, conocidas como Cretácico Inferior y Cretácico Superior. Con una duración de unos 80 millones de años, es el período Fanerozoico más extenso, y es, incluso, más largo que toda la Era Cenozoica.
Su nombre proviene del latín creta, que significa "tiza", y fue definido como un período independiente por el geólogo belga Jean d'Omalius d'Halloy en 1822, basándose en estratos de la Cuenca parisina, Francia. La vida en mares y tierra aparecía como una mezcla de formas modernas y arcaicas. Como ocurre con la mayoría de las eras geológicas, el inicio del período es incierto por unos pocos millones de años. Sin embargo, la datación del final del período es relativamente precisa, pues ésta se hace coincidir con la de una capa geológica con fuerte presencia de iridio, que parece coincidir con la caída de un meteorito en lo que ahora corresponde con la Península de Yucatán y el Golfo de México. Este impacto pudo provocar la extinción masiva que ocurrió al final de este período, en la que desaparecieron, entre otros muchos grupos, los Dinosaurios. Este acontecimiento marca el fin de la Era Mesozoica. Es posterior al Jurásico y anterior al Paleoceno, de la Era Cenozoica.
Paleogeografía
Durante el Cretácico, el nivel de los mares estaba en continuo ascenso. Este crecimiento llevó al nivel del mar hasta cotas jamás alcanzadas anteriormente, incluso zonas anteriormente desérticas se convirtieron en llanuras inundadas. En su punto máximo, solamente un 18 % de la superficie de la Tierra estaba sobre el nivel de las aguas (hoy en día la superficie emergida es del 29 %).El supercontinente Pangea se fue dividiendo durante el Mesozoico para dar lugar a los continente actuales, aunque con posiciones sustancialmente diferentes. A principios del Cretácico existían dos supercontinentes: Laurasia y Gondwana, separados por el Mar de Tetis. A finales del Cretácico los continentes comienzan a adquirir formas semejantes a las actuales. La progresiva separación de los continentes (o de las placas tectónicas por la deriva continental) fue acompañada por la formación de amplias plataformas y arrecifes.
El sistema de fallas del Jurásico inferior había separado Europa, África y el continente norteamericano, aunque estas masas permanecieron próximas entre sí. La India y Madagascar se estaban alejando de la costa oriental africana. En la India se produjo un episodio de vulcanismo masivo entre finales del Cretácico y principios del Paleoceno. La Antártida y Australia, todavía juntas, se alejaron de Sudamérica y derivaron hacia el este. Estos movimientos crearon nuevas vías marinas, entre ellas los primitivos Atlántico septentrional y meridional, así como el mar Caribe y el Océano Índico.Mapa de las vías marítimas de Norteamérica.
Vegetacion
Pocos cambios han afectado de forma tan profunda al paisaje y a la ecología de la Tierra como la llegada de las angiospermas. Sin embargo, durante el Cretácico inferior, las gimnospermas seguían dominando. El único grupo que seguía prosperando era el de las coníferas. Las cícadas y los ginkgos estaban ya en decadencia y las bennettitales afrontaban su inminente extinción. Las angiospermas aparecieron en algún momento del Cretácico inferior, iniciando una progresiva difusión y diversificación que las ha conducido hasta sus actuales 250.000 especies, en contraste con las 550 especies de coníferas existentes. A diferencia de las gimnospermas, portadoras de semillas desnudas, las angiospermas encierran sus semillas en el interior de un ovario, que las protege de las infecciones fúngicas, de la desecación y del ataque de los insectos. Los fósiles de angiospermas más antiguos datan del Cretácico inferior, hace unos 130-120 millones de años: Consisten en granos de polen llamados Clavatipollenites, procedentes de Wealden del sureste inglés. El polen y las hojas se hicieron más frecuentes hace unos 120-100 millones de años. En el este de Norteamérica, Rusia e Israel, han sido extraídas varias flores y frutos de angiospermas primitivas muy bien conservadas, relacionadas aparentemente con las modernas magnolias y sicomoros.Gráfico que correlaciona el aumento de helechos polipodiales con el auge de las angiospermas.Fauna
Vertebrados terrestresDurante esta época los dinosaurios alcanzaron una gran radiación adaptativa. Es por ello que existían una gran cantidad de especies con modos de vida y morfologías muy dispares.
- Ornitópodos: La gran difusión de los ornitópodos a lo largo del Cretácico, así como su diversidad entre las distintas faunas autóctonas, constituyen indicios del éxito que alcanzaron. En el Cretácico inferior nos encontramos con Iguanodon e Hypsilophodon. Iguanodon era el más común de los grandes ornitópodos. Era un bípedo (aunque ha existido cierta controversia histórica a este respecto) de 10 metros de longitud, con el cráneo similar al de un caballo, con largas mandíbulas y ojos en posición muy posterior. Sus mandíbulas estaban armadas con seres de dientes reemplazables, lo cual mantenía joven su dentición trituradora. La zona anterior de la boca estaba desprovista de dientes y presentaba una estructura ósea, instrumento de precisión para cortar hojas y otra vegetación. El verdadero progreso radicaba en su capacidad de masticar. En general caminaba sobre dos patas, lo que le permitía alcanzar las capas altas de los árboles, pero también podía desplazarse sobre cuatro patas, a juzgar por la morfología de sus manos . La uña del pulgar, en cambio, es una larga y afilada púa, tan distinta de las demás que cuando fue hallada, en el siglo pasado, se identificó como un cuerno nasal. Quizá se trataba de un arma de utilidad contra los depredadores. Hypsilophodon es el segundo dinosaurio más frecuente del Wealden. Era un pequeño animal con piernas diseñadas para correr velozmente y una rígida cola, que le equilibraba durante la carrera.
- Terópodos: Entre los terópodos carnívoros podríamos incluir diversas formas. En 1983, el descubrimiento de Baryonyx llevó al reconocimiento de un nuevo grupo de carnívoros en este animal, conocido por un solo esqueleto. El rasgo más destacado es su inmensa garra en forma de hoz. La garra de Baryonyx
medía 30 centímetros, más que considerable para un animal de 9 metros.
Curiosamente, aún no está claro si la garra estaba unida a la mano o al
pie. En la región de su caja torácica, fueron halladas escamas de pez,
de lo que se deduce que era piscívoro. El desarrollo de garras curvas,
especialmente diseñadas para destripar a las presas, parece haberse dado
de forma independiente en un cierto número de terópodos.
Tyrannosaurus rex
Los pterosaurios cretácicos desarrollaron gran variedad de formas que siguieron unas determinadas tendencias.
- Tamaño en aumento a lo largo del Cretácico.
- Pérdida progresiva de los dientes.
- Ahuecamiento de los huesos de las partes no sometidas a los principales esfuerzos.
Los mamíferos todavía eran un componente pequeño y relativamente menor de la fauna. Por supuesto, los reptiles arcosaurios,
sobre todo los dinosaurios tuvieron un lugar muy importante en el
Cretácico. De hecho, fue el periodo en el que mayor auge y desarrollo
alcanzaron. Los principales yacimientos de dinosaurios se encuentran en
las Facies Wealden (Cretácico inferior) y en la formación Nemegt del Cretácico Superior en Mongolia, en la homónima cuenca de Nemegt, en el desierto del Gobi.
El Wealden incluye amplias extensiones de sedimentos continentales y
lacustres que se extienden por el sureste de Inglaterra y de la isla de
Wight aunque también está ampliamente representado en el norte de España. En el plano ambiental era una región dominada por helechos, atravesada por cursos de agua en cuyas riberas crecían cícadas y que desembocaban en pantanos y lagunas. Los dinosaurios dominantes en la zona eran los ornitópodos, un grupo surgido a finales del Jurásico. También habría saurópodos, aunque más escasos. En la Península Ibérica
son abundantes los yacimientos de icnitas siendo mucho menos
importantes los restos de dinosaurios aunque recientemente están
apareciendo numerosos restos (Teruel, Valencia, La Rioja).
En La Rioja aparece uno de los mayores yacimientos del mundo de huellas
tanto de terópodos carnívoros como ornitópodos herbívoros.
Vertebrados acuaticos
Al final del Cretácico, el plancton oceánico había evolucionado hasta adquirir un carácter completamente moderno. Las diatomeas originadas en el Jurásico e incluso mucho antes, experimentaron su gran expansión en el Cretácico medio, junto con dinoflagelados. Lo mismo ocurre en los mares cálidos con el nanoplancton calcáreo y los foraminíferos planctónicos (globigerinas), que habían aparecido en el Jurásico. A partir de este momento el nanoplancton ha contribuido en cantidades inmensas a la formación de los sedimentos calcáreos conocidos con el nombre de creta. Por encima del lecho nadaban los ammonites, belemnites y peces de varios tipos con una nueva generación de reptiles acuáticos. Los ictiosaurios habían desaparecido prácticamente a finales del Cretácico inferior, y su lugar fue ocupado por nuevos tiburones de gran tamaño y por grandes teleósteos como el Xiphactinus, que medía entre 2 y 4 metros de longitud.
Estos a su vez coexistían con grandes tortugas marinas como Archelon, de más de 3 metros de longitud y con unas aletas que, extendidas ambas, superaban la longitud del animal. Eran también comunes las rayas. Entre los reptiles, los elasmosáuridos, un grupo de plesiosaurios de cuello largo, alcanzaban longitudes de hasta 12 metros. Los mosasaurios, que alcanzaban hasta longitudes de 17 metros, eran considerados los más feroces depredadores marinos en el Cretácico superior. Se trataba de grandes lagartos (los mayores que han existido) emparentados con las actuales serpientes (aunque durante mucho tiempo se los ha relacionado con los varanos). Los mosasaurios poseían largas mandíbulas con dientes afilados, juntas a un cuerpo delgado y extenso con extremidades en forma de paleta. Debían alimentarse de peces, aunque se han hallado fósiles de ammonites con marcas de hileras dentales que encajan exactamente con el modelo de dentición de ciertos mosasaurios.
En cuanto al bentos, comenzó a ofrecer un aspecto moderno, y continuó la decadencia de los braquiópodos. Asteroidea y Hexacorallia siguieron su diversificación y los foraminíferos bentónicos ya tenían una diversidad similar a la actual. Dentro de Bryozoa se produce una gran expansión de los queilostomados incrustantes, con más de 100 géneros. Los neogasterópodos se difundieron con rapidez, y casi todos sus miembros estaban dotados de nuevas capacidades predatorias (la de perforar conchas y succionar la carne contenida en ellas, la de emponzoñar a sus víctimas, o tragarse enteros a peces pequeños). Otros predadores eran los crustáceos, representados en el Jurásico por criaturas semejantes a la langosta y que en el Cretácico están constituidos por verdaderos cangrejos y langostas (abrían las conchas forzándolas con sus pinzas, como los actuales). Los bivalvos se enterraban cada vez más profundamente en el sedimento para escapar de predadores, o bien desarrollaron conchas muy macizas o espinas para disuadirlos. Un grupo de bivalvos, los inocerámidos, poseía conchas de casi 1,8 metros de longitud. Durante un tiempo, la capacidad de los corales para construir arrecifes fue prácticamente igualada por los rudistas (bivalvos ostreidos con conchas cónicas de hasta 1 m de altura). Se fijaban a una superficie dura del fondo aglutinándose entre ellos y llegando a formar inmensos arrecifes en todos los mares del mundo. Con toda probabilidad estas densas construcciones les protegían de ser devorados.
Vertebrados acuaticos
Al final del Cretácico, el plancton oceánico había evolucionado hasta adquirir un carácter completamente moderno. Las diatomeas originadas en el Jurásico e incluso mucho antes, experimentaron su gran expansión en el Cretácico medio, junto con dinoflagelados. Lo mismo ocurre en los mares cálidos con el nanoplancton calcáreo y los foraminíferos planctónicos (globigerinas), que habían aparecido en el Jurásico. A partir de este momento el nanoplancton ha contribuido en cantidades inmensas a la formación de los sedimentos calcáreos conocidos con el nombre de creta. Por encima del lecho nadaban los ammonites, belemnites y peces de varios tipos con una nueva generación de reptiles acuáticos. Los ictiosaurios habían desaparecido prácticamente a finales del Cretácico inferior, y su lugar fue ocupado por nuevos tiburones de gran tamaño y por grandes teleósteos como el Xiphactinus, que medía entre 2 y 4 metros de longitud.
Estos a su vez coexistían con grandes tortugas marinas como Archelon, de más de 3 metros de longitud y con unas aletas que, extendidas ambas, superaban la longitud del animal. Eran también comunes las rayas. Entre los reptiles, los elasmosáuridos, un grupo de plesiosaurios de cuello largo, alcanzaban longitudes de hasta 12 metros. Los mosasaurios, que alcanzaban hasta longitudes de 17 metros, eran considerados los más feroces depredadores marinos en el Cretácico superior. Se trataba de grandes lagartos (los mayores que han existido) emparentados con las actuales serpientes (aunque durante mucho tiempo se los ha relacionado con los varanos). Los mosasaurios poseían largas mandíbulas con dientes afilados, juntas a un cuerpo delgado y extenso con extremidades en forma de paleta. Debían alimentarse de peces, aunque se han hallado fósiles de ammonites con marcas de hileras dentales que encajan exactamente con el modelo de dentición de ciertos mosasaurios.
En cuanto al bentos, comenzó a ofrecer un aspecto moderno, y continuó la decadencia de los braquiópodos. Asteroidea y Hexacorallia siguieron su diversificación y los foraminíferos bentónicos ya tenían una diversidad similar a la actual. Dentro de Bryozoa se produce una gran expansión de los queilostomados incrustantes, con más de 100 géneros. Los neogasterópodos se difundieron con rapidez, y casi todos sus miembros estaban dotados de nuevas capacidades predatorias (la de perforar conchas y succionar la carne contenida en ellas, la de emponzoñar a sus víctimas, o tragarse enteros a peces pequeños). Otros predadores eran los crustáceos, representados en el Jurásico por criaturas semejantes a la langosta y que en el Cretácico están constituidos por verdaderos cangrejos y langostas (abrían las conchas forzándolas con sus pinzas, como los actuales). Los bivalvos se enterraban cada vez más profundamente en el sedimento para escapar de predadores, o bien desarrollaron conchas muy macizas o espinas para disuadirlos. Un grupo de bivalvos, los inocerámidos, poseía conchas de casi 1,8 metros de longitud. Durante un tiempo, la capacidad de los corales para construir arrecifes fue prácticamente igualada por los rudistas (bivalvos ostreidos con conchas cónicas de hasta 1 m de altura). Se fijaban a una superficie dura del fondo aglutinándose entre ellos y llegando a formar inmensos arrecifes en todos los mares del mundo. Con toda probabilidad estas densas construcciones les protegían de ser devorados.
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